23/9/09

Ricky Espinosa, el último punk argento



Desempolvamos una vieja crónica olvidada sobre la leyenda del bajo mundo.

Por Axel Schurrajen

El “boliche” aquel se encontraba repleto. En la entrada se podía ver al grupo de chicos con crestas de colores, jeans ajustados y prendedores en sus chaquetas armando “quilombo” por entrar a Cemento, ese asfixiante antro perdido en Buenos Aires que acostumbraban frecuentar los “pibes” de Gerli, en Avellaneda. El ambiente adentro estaba caliente. Aquella noche se presentaba la banda de Ricky Espinosa, celebrando catorce años de desenfreno y punk-rock. De pronto, Flema salió al escenario en medio de un aullido general de los asistentes. Por ahí alguien sacó del camarín una torta de crema que Ricky comenzó a escupir. Quienes estaban al borde del escenario imitaron a su líder y en pocos minutos el merengue se mezcló irreconocible con los escupitajos del público. Ricky la tomo en sus manos y empezó a comérsela a grandes mordiscos, mientras comenzaba a sonar las notas del bajo de “Más feliz que la mierda” y tomaba el micrófono para que el pogo y el rock volvieran a llenar ese apestoso lugar una vez más.

Ricardo Espinosa o Ricky, como lo llamaban sus amigos, ya era bastante conocido en Gerli desde antes que comenzara su carrera como vocalista y líder de Flema, a estas alturas un mito del circuito under y punk en Argentina. Llevaba el pelo ligeramente largo, era bajo, moreno pero se hacía notar por su sentido del humor y su personalidad extrovertida. Aprendió a tocar la guitarra a los doce, pero no era precisamente la música lo que lo hizo popular, sino la fama de payaso que tenía entre los demás chicos de aquel barrio de la zona sur de Buenos Aires. Era 1985 y Ricky asistía al Arcamendia, una escuela en Barracas. Allí conoció a Sebastián Bardor, quien se haría cargo de la batería en Flema tiempo después. Una mañana de mayo ambos se encontraban junto a otros estudiantes en la Plaza Alsina. Casi todos ya venían de juerga desde el día anterior, tomando vino, cerveza, Gancia, Legui, Tres Plumas o lo que les vendieran en el local del Gallego al mediodía y después de clases, sentados en los portones de las casas o donde no los molestaran los de la comisaría. Aquella rutina se repetía en la semana hasta las ocho o nueve de la noche. Entonces Ricky se le ocurrió hacer una pequeña performance sobre el escenario que las autoridades habían dispuesto para un acto municipal. Comenzó a cantar a capella, tomando entre sus manos un imaginario micrófono, mientras los demás le aplaudían y le seguían con las palmas, muertos de la risa. Para rematar, Ricky terminó su show bajándose los pantalones hasta los tobillos, dando un buen espectáculo para las madres que se encontraban paseando a sus hijos a esa hora de la mañana. No le pareció lo mismo a una pareja de agentes que pasaba por ahí. Agarraron del cuello al petizo ese y se lo llevaron directo a la Seccional, que quedaba a un par de cuadras de allí. A los diez minutos, unos treinta muchachos que venían de la plaza se presentaron en la puerta de la estación, exigiéndole al jefe de turno que liberara a Ricky. Solo era un pobre muchacho que no sabía lo que hacía y no se merecía pasar la noche encerrado. Nadie sabe por qué el jefe de la estación decidió dejarlo libre. Tal vez por temor a que la tropa de malagestados, borrachos y “barderos” terminara por apedrear y destruir la Primera. La cosa es que al poco rato Ricky salió sonriente, levantando su mano en signo de paz y llevado como un rey en andas por los demás muchachos, de vuelta a la Plaza Alsina. De vuelta a la juerga. Toda su vida fue así, como esa mañana en la plaza: vivió al límite, entre alcohol, drogas y sus amigos de Gerli, siempre al filo, sin nada que perder. Solía decir que no sabía lo que haría mañana, “Es al pedo, porque apenas sé lo que voy a hacer dentro de un rato”. Espontáneo, lo que no quería decir que no tuviera proyectos.

Un par de años después formaría una banda con algunos amigos de Avellaneda. Se encontró con Juan Fandiño y Fernando Cordera en un festival punk de medio pelo. Juan le mencionó que tenía un grupo. Le había puesto Flema, pero no era muy buen guitarrista. Le propuso a Ricky participar, ya que se manejaba un poco con los punteos en la guitarra. Ricky aceptó, y un par de semanas después ya contaban con varios temas. Debutarían en un lugar llamado “Gracias Nena”, taloneando a Comando Suicida, Sekuestro y Conmoción Cerebral. Ricky se robaría la película liderando una banda de letras escuetas y duras, pero honestas, que hablaban sobre drogas, alcohol y “reviente”, pintando su cara de blanco, los ojos negros y una A anarca en su frente, mucho antes de que Marilyn Manson apareciera maquillado con su andrógino aspecto. Era 1987.

Esta bandita de barrio terminó participando del compilado “Invasión 88”, del que salieron grupos como Ataque 77, Todos Tus Muertos y otros del circuito under. Fue suficiente para que miles de punks terminaran por convertirlos en una banda de culto. Comenzaba una carrera de quince años, en que además Ricky decidió formar Flemita, una banda que hacía covers de grupos del circuito under y temas de su propia autoría.

La historia de Ricardo Espinosa es el reflejo de una estrella de rock que terminó como tantas otras. Eran cientos los periodistas que se adentraban en el conurbano bonaerense, tratando de llegar a la modesta casa en la que Ricky vivió con sus padres, Sofía y Orlando. Lo que los atraía era esa especie de mito viviente en que se había convertido Espinosa. La pared y la puerta estaban llenos de rayados de chicos que solían dejarle mensajes como ”Ricky: gracias por existir”, aunque no faltaban los ataques del tipo: “Ricky puto. AGUANTE FUN PEOPLE”. “¡Qué hijo de puta, che!(…) Esto es como la tumba de Jim Morrison, pero vivo…” le comentó a un periodista de Página 12, que ya comenzaba a perder los estribos ya que Ricky no podía seguir el hilo de una conversación, pues era tan inquieto que la entrevista debió continuar en un taxi rumbo a un estudio de grabación.

La banda reflejaba toda su vida: las letras duras, escuetas y crudas que hablaban de política, las cervezas, las chicas, su forma de comprender el mundo y su apatía por la vida. Muchos los acusaban de ser una apología de las drogas, el alcohol y el “reviente”. “A veces se confunde el mensaje, si es que lo hay, de mis letras con un sentido que en realidad no fue con la intención que fue hecha” decía. ¿Ustedes creen realmente que el problema son el alcohol y las drogas?¿o el problema es el motivo por el que las personas se vuelcan al escapismo? Ricky nunca negó su adicción a las drogas y el alcohol. Daba la impresión que trataba de escapar de algo, de llenar un vacío profundo que lo aquejó toda su vida y que lo hizo vivir al límite. De hecho, uno de lo himnos que solía cantar rezaba:”Si o soy así no es por culpa de las drogas / si yo soy así no es por culpa del alcohol”. Una vez confesó en una entrevista: “Intenté suicidarme seis veces. Ni para eso sirvo...”. Algunos pensaban que su forma de ser no era más que una pose punk rocker. Ricky era un personaje que se veía presionado por el mundo a responder con alguna actitud punk.” Es natural, no es hacerme el punk. Tendría que estar en una esquina rompiendo un patrullero y estoy en un bar y me porto bien(…) El punk es indefinible. Supuestamente es algo feo. Yo soy re-feo, asi que debe ser punk”.

En 1999 Ricky editó un disco solista. Lo tituló “Vida Espinosa”, en un claro juego de palabras con su nombre. La placa refleja la angustia y la rabia que tenía contenida contra todo y todos; canciones melancólicas y tristes que tratan de expresar lo que sentía. El último track del disco, “Me recordarás”, es una despedida explícita: " Puedo irme ¿sabés? /Voy a irme, lo sé/ Me despido, ya ves/ No hay razón, de estar así/No me llores, y prométeme/ Que en mi ausencia estarás bien/ Y al mirar el cielo azul, me recordarás”.

Una noche de mayo de 2002, Ricky se divertía jugando Play Station en casa de Luichi, uno de los guitarristas de Flema. Estaban jugando, mientras bajaban una botella de licor y jugo de naranja. De pronto, Ricky se levanta del sofá y le anuncia a Luchi que va asaltar por la ventana. Se acerca al ventanal, pierde el equilibrio y el peso de su cuerpo y la borrachera lo arrastraron al vacío. El departamento de Luichi estaba en un quinto piso, en Avellaneda. Se quedó helado en el sofá, sin poder moverse tras ver a Ricky volar por la ventana. Era el fin.

Ricardo Espinosa murió instantáneamente. Esa tarde venían de grabar los coros para el nuevo disco que preparaban, “5 de copas”. Los chicos de la banda no encontraban razones suficientes para que Ricky hubiera decidido lanzarse. Se veía muy alegre y motivado por la nueva producción. Nadie sabrá jamás que fue lo que pasó por su mente en aquel instante. Fue un momento espontáneo, como tantos otros. Lamentablemente Ricky no calculó el peligro de su jugarreta. Tenía treinta y cuatro años.

La noticia corrió rápido. Mucho se especuló sobre lo que realmente pasó en el departamento de Luichi. Todos aquellos que conocieron a Ricky estaban desconsolados. No podían creer su mala suerte. En el fondo todos sabían el peligro que significaba vivir al límite, como Ricky lo hizo. Nadie hizo nada por tratar de sacarlo del pozo emocional en el que se pasó toda su vida. Su obra no era una forma de sanar aquellas heridas, solo canalizaba su dolor y reflejaba aquel sentimiento ante la vida. Ya se había despedido tres años antes y sabían que tarde o temprano aquella vida de excesos terminaría matándolo.

La gente de Gerli lo despidió en el patio de la casa de su hermano. Las casas funerarias de Avellaneda no quisieron recibir el cuerpo, pues la cantidad de chicos con chaquetas, mohicanos y cadenas los atemorizó. Hacía frío y calentaron el patio con estufas a parafina. Llegaron algunas coronas baratas, pero nadie dio ningún discurso. La cara de Ricky estaba pintada como en sus shows. Un crucifijo plateado brillaba al calor de las velas. Solo se escuchaba el silencio. Cristián Aldana, uno de sus amigos, dijo entre lágrimas: “Se debe estar cagando de risa de las coronas, de la gente llorándolo. Esta es su última broma”.

La muerte de Ricky significó un fuerte golpe para la escena punk argentina. Muchos pensaban que Flema era la verdadera esencia punk, debido a su estilo marginal y su rabia y rebeldía contra todos. Página 12 dijo en una nota, tras la muerte de Ricky: “En términos históricos, la muerte de Ricky Espinosa no representará la bisagra de nada, pero el rock argentino, seguro, es ahora un poco más miserable. Cualquiera que lo haya conocido sabe que la puesta en escena de Ricky no era más que la proyección extrema de su vida”. Tras su muerte, los músicos de Flema decidieron terminar. Se llamaron “Topos”, pero ya nadie dio un peso por ellos. No pudieron sobreponerse nunca a la pérdida.

Miles fueron las personas que colmaron los sitios webs con mensajes de condolencias para los amigos de la banda y los padres de Ricky. Tras su muerte, su leyenda creció a pasos agigantados. La discografía de Flema pronto fue reeditada, y el interés sobre quién fue realmente Ricardo Espinosa, su infancia y toda su obra aumentó. Todos buscaban alguna explicación para aquella decisión fatal de Ricky.

Cada 30 de mayo, cientos de personas se acercan al nicho 31E, en el tercer piso de un pabellón verde llamado Juan XXIII, en el cementerio de Avellaneda. Se juntan para prender alguna vela y dejar una ofrenda en la tumba de Ricky. Sus padres dejaron una nota: “ Ya que yo, Orlando, los prejuzgaba en forma equivocada hasta que ocurrió lo que ocurrió, y recién entonces aprendí a conocerlos de verdad(...)les damos las gracias por quererlo como lo quieren y recordarlo como lo recuerdan. SOFIA Y ORLANDO”. Estaban arrepentidos por no haberles dado una oportunidad a esos “pibes barderos” que tomaban vino con Ricky en la Plaza Alsina, a aquellos lunáticos que seguían a la banda de su hijo a cada boliche y tocata en la que actuaban.

Ricky lo logró: su grupo se convirtió en la mejor banda punk de Argentina siendo la peor. Nunca ensayaban, pues pensaban que perdían espontaneidad. “ Se olvidan de que es una banda punk rock, no la Filarmonica de Londres. Si quieren escuchar bien, que vayan al Colon y no a un recital de punk rock” solían decir. Se convirtieron en una leyenda, sobretodo tras la muerte de Ricky y el mito en torno a su figura. El problema es que no pudo escapar de aquel destino maldito de las estrellas de rock extremas: Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Sid Vicius y el largo etcétera de una lista que Ricky engrosó. Muere joven y deja un cadáver guapo. Una vez le preguntaron sobre el suicidio de Kurt Cobain, líder de Nirvana muerto de un tiro en la boca en 1994: "Lo que hizo es una estupidez, un mal ejemplo, lo que quieras... pero fue digno. Si no tenés ganas de vivir más, no vivas más y punto".

9 comments:

Unknown dijo...

Grande Ricky!!
Lo ví la única vez que pudo venir flema a Chile.
creo que fue el 98....
tocaron con 2 minutos y fue inolvidable.....
se notaba que había muchas ganas de verlo....
un tipo incluso sacó unas bengalas y disparó mil colores mientras Ricky con toda la cara pintada lo dejaba todo arriba....
lejos uno de mis conciertos más inolvidables,
pues nunca más pudo volver a Chile.....

leonardo dijo...

aguante flema que viva flema ricky no murio y ricky no muriooooooooooooooooooooo

Renato dijo...

No tenía idea del grupo, interesante artículo por cierto. Pero me molesta que hayas escrito "Jimmy", siendo que se escribe "Jimi"

Ricky, un trolazo con estilo.

Anónimo dijo...

aguante flema y pipa


por

http://www.fotolog.com/ingalls_family

Anónimo dijo...

este 30 de mayo vamos todos al cementerio de avellaneda a verle a ricky espinoza

Unknown dijo...

Gran articulo man!!

AGUANTE FLEMA

Anónimo dijo...

Ricky no murio . Ricky no murio ...... FLEMA ES LO MEJOR ....

Anónimo dijo...

Aguante ricky espinosa gente!! lo mejor de argentina lo mejor del punk lo mejor de mi vida!!

Anónimo dijo...

TE EXTRAÑO :( RICKY X SIEMPRE EN EL RECUERDO ESTARAS LOKO :(

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